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Un adelantito

En esto estoy trabajando... con un poco de suerte, hasta quizá se publican. Salut!!

Procesión a Machu Pichu por el camino del nuevo Inca
Cuando un fantasioso oficinista piensa en llegar a Machu Pichu, no se imagina la travesía que miles de viajeros independientes emprenden cada año en su peregrinación al santuario Inca.
Viajero no es lo mismo que turista.
Lejos de la cómoda posibilidad de contratar un agente turístico que nos lleve con masajes de pies y todo incluido, o de tomar el costoso tren-dólar-madeinChile; y sedientos por transitar los caminos de los antiguos, hay quienes deciden caminar entre 10 y 25 kilómetros por los viejos durmientes de las vías en un recorrido de dos a cinco días a través del Valle Sagrado. La última parada antes de escalar al cielo es Aguas Calientes, una pequeña y casi nueva ciudad que duerme a los pies de las míticas ruinas y florece con el riego de la economía turística.
El camino del nuevo Inca se devela en serpenteos abismales, encuentro cercanos con la flora de la ceja de selva –zona geográfica que linda con la selva alta-, horas bajo lluvias torrenciales y lujos de aguas termales. Un poco de resistencia física y muchas ganas de salir de la seguridad de la rutina y los horarios preestablecidos son suficientes para lanzarse a una ruta que promete el encuentro directo con los pueblos, su cultura y su naturaleza, como un antídoto para el embotamiento de la burbuja en forma de tren, micro o avión.
Quienes cargamos nuestra casa como el caracol, buscamos en el placer del viaje algo más que ver lindos paisajes. También nos urge encontrar caminos alternativos que nos lleven, con poco capital, a cualquier lugar del planeta, donde los tips y trucos más creativos y arriesgados son broche de oro y orgullo personal. Esta crónica pretende ser, entonces, un incentivo a la aventura.

Iquitos, entre puertos y anacondas
En lo profundo de la amazonía peruana se yergue una ciudad como un espejismo, a la cual sólo se puede acceder en bote o por avión. Cuna del pueblo aborigen Iquito, fuente de sabiduría medicinal, plantas curativas y chamanes, esta ciudad que hoy es uno de los centros turísticos más importantes del Perú, guarda secretos que sólo un avezado viajero puede descubrir. Para esto deberá internarse en la selva y conocer las comunidades que rodean la ciudad a media o una hora de navegación, donde algunas costumbres se mantienen intactas.
Recorrer el grotesco y exótico Mercado de Belén, ver caer la tarde sobre una canoa mientras se visita el barrio flotante del mismo nombre y saborear desde lagarto hasta Zuri, un tipo de gusano, son parte del imán que dirige la brújula de quienes navegan el Río Marañón, el Napo, o el mismo Putumayo durante varios días hasta llegar al mismo Amazonas.
Largas jornadas que vuelven realidad el dicho colombiano de que la vida transcurre en una hamaca, que por sí mismos valen lo que un mes de retiro espiritual y varios años de anécdotas que bien podrían ser parte de una película de Emir Kusturica. Dos semanas de cuento dentro de un viaje de cinco meses por el Perú.

Ayahuasca: una soga del cielo a la tierra
¿Como una periodista de viaje por Perú termina navegando el Río Marañón entre hamacas de colores, lugareños y pocos, muy pocos turistas? El envión a Iquitos nació del antojo por llegar a Ecuador navegando el Río Napo, hacia el norte. Una vez allí, y al descubrir que no iba a poder llevar a cabo la travesía, me acomodé a la ciudad y comencé a buscar qué sería de mis días. En el hostal donde me hospedaba conocí a dos franceses que me llevarían como observadora a un centro de investigación en plantas medicinales, donde entre otros tratamientos naturales se realizan ceremonias con ayahuasca, la abuelita de la medicina.
Con esto en mente partí para Maracamiri, al norte de Iquitos, en un peke peke –canoa con motor-, junto a mis dos compañeros. Después de luchar horas con el denso lodo del camino y una vez inmersa en la selva amazónica, en un ambiente familiar y cálido fui entrando en un universo místico donde pasé de observadora a participante, y que me llevó a bucear más tarde en la cosmogonía que rodea al uso de estas plantas por las culturas amazónicas.
Sin caer en la apología, la intención es mostrar algunos aspectos de la ceremonia, tradiciones y significados que comencé a indagar después de la experiencia.

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